25 de Enero de
2015.
La tarde caía
con un sol anaranjado que poco a poco iba desapareciendo por el campo
de pasto verdoso de Carmona. El equipo Dimensión Paranormal estaba
preparado para una nueva investigación en la que la incertidumbre y
las ganas se mezclaban en cada uno de sus cuatro componentes. Al
llegar al esperado sitio, dejaron aparcado el coche justo debajo del
pequeño camino de tierra que les conduciría al nuevo lugar.
Decidieron dejarlo allí porque el camino estaba enfangado y no
querían correr el riesgo de que se les quedara el coche atascado.
Luis, Alejandro, Sara y Maribel salieron del coche mirando atónitos
el tan esperado y nuevo sitio donde pasarían sus próximas horas de
noche de investigación. Era la primera vez que, tras muchas
recopilaciones de información y documentación histórica, pisaban
la Huerta de San José de Carmona. Tras comer fuera del coche los
bocadillos que se llevaron, los chicos sacaron del maletero el equipo
de materiales que necesitarían, todos metidos en un maletín negro.
Luis, el presidente de Dimensión Paranormal dió unas cuantas
instrucciones antes de tomar el pequeño camino. Los cuatro se
dirigieron con sus linternas encendidas hasta el monasterio.
Alejandro no podía dejar de mirar asombrado su fachada principal
casi intacta y el resto del edificio derribado, que solo conservaba
los arcos del interior así como una parte del techo o primera
planta. Impresionaba mirar las ventanas oscuras. Al llegar a las
afueras del edificio, se pararon y Luis se dirigió a sus compañeros:
-Chicos, ¿os
habéis dado cuenta del extraño olor nada más hemos empezado a
subir el camino?
Todos
asintieron, extrañados.
-Quiero que me
lo digais vosotros, ¿a qué huele?.
-A incienso,
respondió Sara.
Los demás le
dieron la razón. Es como si de repente se les estuviera dando la
"bienvenida" o como si algo estuviera creando ambiente en
el lugar al que iban a entrar. Era extraño, no había en medio de la
silenciosa noche nada que estuviese desprendiendo olor a incienso.
-Bien,
Alejandro, tú eres el corresponsal de esta investigación, cuéntanos
la historia de este sitio.
-Claro. Es un
monasterio del siglo XVII de frailes franciscanos. Una noche uno de
sus monjes despertó en mitad de la noche y encontró la puerta de su
habitación encajada, lo cual le extrañó porque les cerraban las
puertas con llave todas las noches, así que se levantó de su cama y
se dispuso a salir pero la puerta de su habitación dió un portazo y
se cerró. El monje, asustado, volvió a abrirla y salió de la
habitación, atravesó el luminoso pasillo de la primera planta que
contenía todas las habitaciones y vió que todas tenían las puertas
abiertas sin sus compañeros dentro. Llegó hasta el final del
silencioso pasillo y bajó por las escaleras para dirigirse a la
capilla donde seguía sin ver a sus compañeros, pero empezó allí a
escuchar ciertos gemidos o voces leves que venían de la cocina así
que fue hasta allí pero seguía sin ver a nadie. Una vez allí, los
gemidos, quejidos, lamentos y voces se hicieron más fuertes y vió
que venían de la parte de abajo de aquella cocina: la fresquera. Con
mucho miedo bajó las escaleras que le conducían hasta ella y vió
que la puerta estaba abierta y que dentro de aquel sitio había una
extraña mezcla de luces y sombras que se mezclaban con los lamentos,
al llegar a la fresquera el horror del monje se reflejó en sus ojos
y toda su cara: sus compañeros estaban colgados por las mandíbulas
de los ganchos en los que colgaban los cerdos y otros animales con
los que cocinaban y un charco de sangre se dejaba ver debajo de cada
uno de ellos. Unos diminutos seres parecidos a personas con sus ojos
blanquecinos y soltando carcajadas bailaban alrededor de sus
compañeros, otros estaban enganchados con sus garras a ellos
mordiéndolos y alimentándose de ellos. El monje, paralizado allí,
dió un grito de horror y todos aquellos seres dirigieron sus ojos
sin pupilas y caras serias hacia el monje, todos se fueron al centro
de la fresquera para montarse unos encima de otros hasta formar una
figura oscura y grande ojos muy rojos que de repente le habló y le
dijo al monje: "te dejo escapar y vivir si proclamas por el
pueblo que el demonio existe y que se vengará de todos aquellos que
no le adoren". El monje subió despavorido hasta la cocina sin
ver los peldaños ni el suelo de todo el monasterio que recorrió
hasta la puerta para salir, donde seguía escuchando las carcajadas
del diablo.
Alejandro
terminó la historia y todos quedaron paralizados allí a las puertas
del monasterio con la cara pálida.
-Chicos, empieza
a hacer frío, ¿qué tal si nos vamos a casa y mejor venimos de
día?. Dijo Maribel.
-No podemos
irnos, hemos esperado mucho este momento y Alejandro se ha preparado
mucho esta investigación, tenemos que hacerla. Respondió Luis.
-Sí. Después
de todo lo que hemos pasado en otros sitios, éste no va a ser más.
Adelante. Continuó Sara.
-Yo iré
delante, vosotros seguidme, atravesaremos toda la planta baja para
llegar hasta la capilla, allí sacaremos la caja fantasma para ver si
podemos comunicarnos con alguna entidad.
Los cuatro
comenzaron a caminar y juntos se adentraron al monasterio, mientras
lo atravesaban con sus linternas, no podían dejar de mirar a los
lados. Se asustaron por un momento al ver moverse fuertemente las
ramas de un árbol. Todo estaba en ruinas, las cúpulas sin sus
centros, el techo caído, sólo conservaba los arcos y paredes con
sus ventanas, las cuales dejaban ver el oscuro campo. Al llegar a la
capilla, Luis sacó la caja fantasma y la encendió para dejar sonar
el estruendoso sonido parecido a cuando pones una radio en la cual no
coges ninguna frecuencia. En realidad era el ruido que proveniente
del rastreo de ondas de frecuencia. Luis empezó a lanzar la primera
pregunta al aire:
-¿Hay alguien
aquí con nosotros?.
Los cuatro se
miraban unos a otros esperando una respuesta, Sara y Maribel quizá
deseaban mejor no obtenerla para no asustarse más de lo que ya
estaban. Tras un minuto, Luis volvió a formular la misma pregunta,
pero seguía sin respuesta.
-Vaya, hoy
parece que se han puesto de acuerdo para salir del monasterio.
Continuó bromeando
-Bien, pues
vayámonos a la parte de arriba del monasterio. Dijo dispuesto a
apagar la caja fantasma, pero justo en aquel momento, el sonido del
rastreo de frecuencias se interrumpió para que sonara un "sí".
Un "sí" estruendoso, con fuerza y con voz varonil, los
chicos se sobrecogieron y Luis se dispuso a no apagar la caja
fantasma.
-¿Por qué
estás aquí?.
Tras unos
minutos la misma voz respondió a Luis:
-Piensa.
Piensalo.
-¿Es verdad que
el demonio habita este lugar?. Continuó Alejandro.
-Tú lo vas a
saber.
-¿Eres uno de
los monjes que murieron aquí?. Siguió preguntando Alejandro.
-Piensalo.
Seguía la misteriosa voz.
-¿Cómo
moriste?
-Tú lo vas a
saber.
-Vaya, al menos
no has dicho que lo pensemos, jejeje.
Luis apagó la
caja fantasma.
-¿No sabe decir
otra cosa?. Dijo.
-Chicos, bajemos
a la fresquera, allí debe haber mucha energía y actividad, fué
donde ocurrió todo. Propuso Maribel.
Atravesaron la
cocina, justo debajo estaba la fresquera pero se pararon en frente de
un hueco que hacía de ventana y miraron al campo oscuro, Alejandro
explicó a los demás que todo el terreno que veían en frente fue un
huerto donde sembraban sus hortalizas y que más tarde ese terreno
hizo de cementerio para cientos de personas que murieron por la
peste. Desde entonces hasta ahora dejó de ser huerto para ser "el
campo santo". Bajaron las escaleran en ruinas que conducía a la
fresquera y apagaron sus linternas. Luis volvió a sacar la caja
fantasma pero al intentar encenderla vió que no podía.
-Vaya, los
espíritus del lugar han robado toda la energía de las pilas nuevas
que le puse a la caja fantasma.
-Eso significa
que van a manifestarse fuertemente de algún modo. Continuó Sara.
Maribel comenzó
a asustarse más aún, un escalofrio recorrió todo su cuerpo.
-Alejandro,
¿podrías darme pilas nuevas del paquete que compramos esta tarde?,
están en tu mochila.
Luis esperaba su
respuesta, pero el silencio inundó la fresquera del monasterio.
-¿Alejandro?.
Luis cogió su
linterna para encenderla, ya que se quedaron a oscuras en aquel
sitio. Una vez encendida apuntó hacia Alejandro.
-¿Qué haces
ahí?.
Sara y Maribel
encendieron también sus linternas y alumbraron hacia Alejandro. Se
lo encontraron de espaldas a ellos, mirando hacia la pared y muy
quieto.
-Alejandro por
favor no tiene gracia. Le dijo Sara.
Alejandro seguía
en la misma posición y sin responder, las dos chicas asustadas se
pusieron junto a Luis. En ese momento Alejandro se dió la vuelta,
los chicos quedaron paralizados al verle y se dieron cuenta de que
aquello no tenía pinta de broma. Alejandro estaba frente a ellos con
los ojos en blanco con rostro pálido y serio, sostenía en su mano
derecha la navaja que tenía entre sus materiales de investigación y
de repente la alzó hacia arriba sollozando como si fuera a romper a
llorar pero no pudo hacerlo porque se pasó con fuerza la navaja por
su cuello desgarrándolo de un lado a otro dejando derramar su sangre
por todo el cuerpo y cayendo desvanecido al suelo.
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