domingo, 12 de abril de 2015

CAPÍTULO 1- DIMENSIÓN PARANORMAL

25 de Enero de 2015.

La tarde caía con un sol anaranjado que poco a poco iba desapareciendo por el campo de pasto verdoso de Carmona. El equipo Dimensión Paranormal estaba preparado para una nueva investigación en la que la incertidumbre y las ganas se mezclaban en cada uno de sus cuatro componentes. Al llegar al esperado sitio, dejaron aparcado el coche justo debajo del pequeño camino de tierra que les conduciría al nuevo lugar. Decidieron dejarlo allí porque el camino estaba enfangado y no querían correr el riesgo de que se les quedara el coche atascado. Luis, Alejandro, Sara y Maribel salieron del coche mirando atónitos el tan esperado y nuevo sitio donde pasarían sus próximas horas de noche de investigación. Era la primera vez que, tras muchas recopilaciones de información y documentación histórica, pisaban la Huerta de San José de Carmona. Tras comer fuera del coche los bocadillos que se llevaron, los chicos sacaron del maletero el equipo de materiales que necesitarían, todos metidos en un maletín negro. Luis, el presidente de Dimensión Paranormal dió unas cuantas instrucciones antes de tomar el pequeño camino. Los cuatro se dirigieron con sus linternas encendidas hasta el monasterio. Alejandro no podía dejar de mirar asombrado su fachada principal casi intacta y el resto del edificio derribado, que solo conservaba los arcos del interior así como una parte del techo o primera planta. Impresionaba mirar las ventanas oscuras. Al llegar a las afueras del edificio, se pararon y Luis se dirigió a sus compañeros:
-Chicos, ¿os habéis dado cuenta del extraño olor nada más hemos empezado a subir el camino?

Todos asintieron, extrañados.

-Quiero que me lo digais vosotros, ¿a qué huele?.

-A incienso, respondió Sara.

Los demás le dieron la razón. Es como si de repente se les estuviera dando la "bienvenida" o como si algo estuviera creando ambiente en el lugar al que iban a entrar. Era extraño, no había en medio de la silenciosa noche nada que estuviese desprendiendo olor a incienso.

-Bien, Alejandro, tú eres el corresponsal de esta investigación, cuéntanos la historia de este sitio.

-Claro. Es un monasterio del siglo XVII de frailes franciscanos. Una noche uno de sus monjes despertó en mitad de la noche y encontró la puerta de su habitación encajada, lo cual le extrañó porque les cerraban las puertas con llave todas las noches, así que se levantó de su cama y se dispuso a salir pero la puerta de su habitación dió un portazo y se cerró. El monje, asustado, volvió a abrirla y salió de la habitación, atravesó el luminoso pasillo de la primera planta que contenía todas las habitaciones y vió que todas tenían las puertas abiertas sin sus compañeros dentro. Llegó hasta el final del silencioso pasillo y bajó por las escaleras para dirigirse a la capilla donde seguía sin ver a sus compañeros, pero empezó allí a escuchar ciertos gemidos o voces leves que venían de la cocina así que fue hasta allí pero seguía sin ver a nadie. Una vez allí, los gemidos, quejidos, lamentos y voces se hicieron más fuertes y vió que venían de la parte de abajo de aquella cocina: la fresquera. Con mucho miedo bajó las escaleras que le conducían hasta ella y vió que la puerta estaba abierta y que dentro de aquel sitio había una extraña mezcla de luces y sombras que se mezclaban con los lamentos, al llegar a la fresquera el horror del monje se reflejó en sus ojos y toda su cara: sus compañeros estaban colgados por las mandíbulas de los ganchos en los que colgaban los cerdos y otros animales con los que cocinaban y un charco de sangre se dejaba ver debajo de cada uno de ellos. Unos diminutos seres parecidos a personas con sus ojos blanquecinos y soltando carcajadas bailaban alrededor de sus compañeros, otros estaban enganchados con sus garras a ellos mordiéndolos y alimentándose de ellos. El monje, paralizado allí, dió un grito de horror y todos aquellos seres dirigieron sus ojos sin pupilas y caras serias hacia el monje, todos se fueron al centro de la fresquera para montarse unos encima de otros hasta formar una figura oscura y grande ojos muy rojos que de repente le habló y le dijo al monje: "te dejo escapar y vivir si proclamas por el pueblo que el demonio existe y que se vengará de todos aquellos que no le adoren". El monje subió despavorido hasta la cocina sin ver los peldaños ni el suelo de todo el monasterio que recorrió hasta la puerta para salir, donde seguía escuchando las carcajadas del diablo.

Alejandro terminó la historia y todos quedaron paralizados allí a las puertas del monasterio con la cara pálida.

-Chicos, empieza a hacer frío, ¿qué tal si nos vamos a casa y mejor venimos de día?. Dijo Maribel.

-No podemos irnos, hemos esperado mucho este momento y Alejandro se ha preparado mucho esta investigación, tenemos que hacerla. Respondió Luis.

-Sí. Después de todo lo que hemos pasado en otros sitios, éste no va a ser más. Adelante. Continuó Sara.

-Yo iré delante, vosotros seguidme, atravesaremos toda la planta baja para llegar hasta la capilla, allí sacaremos la caja fantasma para ver si podemos comunicarnos con alguna entidad.

Los cuatro comenzaron a caminar y juntos se adentraron al monasterio, mientras lo atravesaban con sus linternas, no podían dejar de mirar a los lados. Se asustaron por un momento al ver moverse fuertemente las ramas de un árbol. Todo estaba en ruinas, las cúpulas sin sus centros, el techo caído, sólo conservaba los arcos y paredes con sus ventanas, las cuales dejaban ver el oscuro campo. Al llegar a la capilla, Luis sacó la caja fantasma y la encendió para dejar sonar el estruendoso sonido parecido a cuando pones una radio en la cual no coges ninguna frecuencia. En realidad era el ruido que proveniente del rastreo de ondas de frecuencia. Luis empezó a lanzar la primera pregunta al aire:

-¿Hay alguien aquí con nosotros?.

Los cuatro se miraban unos a otros esperando una respuesta, Sara y Maribel quizá deseaban mejor no obtenerla para no asustarse más de lo que ya estaban. Tras un minuto, Luis volvió a formular la misma pregunta, pero seguía sin respuesta.

-Vaya, hoy parece que se han puesto de acuerdo para salir del monasterio. Continuó bromeando

-Bien, pues vayámonos a la parte de arriba del monasterio. Dijo dispuesto a apagar la caja fantasma, pero justo en aquel momento, el sonido del rastreo de frecuencias se interrumpió para que sonara un "sí". Un "sí" estruendoso, con fuerza y con voz varonil, los chicos se sobrecogieron y Luis se dispuso a no apagar la caja fantasma.

-¿Por qué estás aquí?.

Tras unos minutos la misma voz respondió a Luis:

-Piensa. Piensalo.

-¿Es verdad que el demonio habita este lugar?. Continuó Alejandro.

-Tú lo vas a saber.

-¿Eres uno de los monjes que murieron aquí?. Siguió preguntando Alejandro.

-Piensalo. Seguía la misteriosa voz.

-¿Cómo moriste?

-Tú lo vas a saber.

-Vaya, al menos no has dicho que lo pensemos, jejeje.

Luis apagó la caja fantasma.

-¿No sabe decir otra cosa?. Dijo.

-Chicos, bajemos a la fresquera, allí debe haber mucha energía y actividad, fué donde ocurrió todo. Propuso Maribel.

Atravesaron la cocina, justo debajo estaba la fresquera pero se pararon en frente de un hueco que hacía de ventana y miraron al campo oscuro, Alejandro explicó a los demás que todo el terreno que veían en frente fue un huerto donde sembraban sus hortalizas y que más tarde ese terreno hizo de cementerio para cientos de personas que murieron por la peste. Desde entonces hasta ahora dejó de ser huerto para ser "el campo santo". Bajaron las escaleran en ruinas que conducía a la fresquera y apagaron sus linternas. Luis volvió a sacar la caja fantasma pero al intentar encenderla vió que no podía.

-Vaya, los espíritus del lugar han robado toda la energía de las pilas nuevas que le puse a la caja fantasma.

-Eso significa que van a manifestarse fuertemente de algún modo. Continuó Sara.

Maribel comenzó a asustarse más aún, un escalofrio recorrió todo su cuerpo.

-Alejandro, ¿podrías darme pilas nuevas del paquete que compramos esta tarde?, están en tu mochila.

Luis esperaba su respuesta, pero el silencio inundó la fresquera del monasterio.

-¿Alejandro?.

Luis cogió su linterna para encenderla, ya que se quedaron a oscuras en aquel sitio. Una vez encendida apuntó hacia Alejandro.

-¿Qué haces ahí?.

Sara y Maribel encendieron también sus linternas y alumbraron hacia Alejandro. Se lo encontraron de espaldas a ellos, mirando hacia la pared y muy quieto.

-Alejandro por favor no tiene gracia. Le dijo Sara.


Alejandro seguía en la misma posición y sin responder, las dos chicas asustadas se pusieron junto a Luis. En ese momento Alejandro se dió la vuelta, los chicos quedaron paralizados al verle y se dieron cuenta de que aquello no tenía pinta de broma. Alejandro estaba frente a ellos con los ojos en blanco con rostro pálido y serio, sostenía en su mano derecha la navaja que tenía entre sus materiales de investigación y de repente la alzó hacia arriba sollozando como si fuera a romper a llorar pero no pudo hacerlo porque se pasó con fuerza la navaja por su cuello desgarrándolo de un lado a otro dejando derramar su sangre por todo el cuerpo y cayendo desvanecido al suelo.

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